jueves, 21 de noviembre

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Barricada Cultural

 

Glutamato monosódico

por Eva Martínez Cabañas

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A mí me gustaría tener cerquita un médico como el doctor Hiromi Shinya, Jefe de la Unidad de Endoscopia Quirúrgica del Centro Médico Beth Israel en Nueva York y profesor de Cirugía Clínica del Colegio de Medicina Albert Einstein. Y no solo porque es una eminencia en temas del sistema digestivo, sino porque explica las cosas con sencillez (signo de inteligencia) para que todos sepamos que sucede en nuestro cuerpo. En su libro “La enzima prodigiosa” nos dice:  

“Nuestras células siempre se reemplazan por células nuevas. Las células en ciertas áreas del cuerpo son completamente reemplazadas por nuevas en varios días, mientras que en otras el proceso puede durar varios años. Y al final todas son reemplazadas. Estas nuevas células están hechas del agua y la comida que consumimos a diario. Basándonos en esto podemos decir que la calidad del agua y la comida que consumimos determinan nuestra salud.  

Por lo tanto, nuestro sistema gastrointestinal, el cual absorbe la comida y el agua que ingerimos es la base de nuestro cuerpo. Si la calidad de los alimentos y el agua es mala, el sistema gastrointestinal será el primero en sufrirlo. Después los malos elementos que son absorbidos se transportarán por los vasos sanguíneos a todas las células del cuerpo. No importa lo malos que sean los ingredientes, las células solo pueden usar los materiales que se transportan para fabricar nuevas células. De esta forma, la calidad de la comida y del agua determinan la salud de todo nuestro cuerpo”.  

Así que no nos queda más remedio que fijarnos más en nuestra alimentación, por nuestro propio bien, y aprender un poco más sobre aquello que nos alimenta. Y como es algo de relevancia, me gustaría invertir un poco de mi tiempo en hablar del glutamato monosódico.  

Pues bien, este es uno de los nombres que se le da a la sal de sodio del ácido glutámico. Está presente en la mayoría de los alimentos proteicos, ya que es una proteína, y se obtiene a través de un proceso de fermentación de productos como la caña de azúcar o algunos cereales. Luego pasa por un proceso de refinado y así se obtiene el glutamato, que viene a ser ácido glutámico, agua y sal.  

Es un aditivo que se añade como potenciador del sabor en alimentos preparados. Despierta el apetito y estimula las células del cerebro y de la lengua aumentando la sensación de “cuerpo” y de viscosidad en el paladar. Pero varios estudios demuestran que inhibe la sensación de saciedad, produce obesidad y es adictivo.  

Este producto químico fue agregado por primera vez a los alimentos después de la Segunda Guerra Mundial y ha sido añadido a la comida preparada desde entonces por la industria alimentaria, y cada vez en concentraciones mayores.  

Algunos productos lo identifican como GMS o E-621. Y otros lo esconden a fin de confundir a quienes leemos la lista de ingredientes. Otros nombres que recibe son: Accent, Ácido glutámico, Aginomoto, Aislante de proteína, Alimento de levadura, Caldo en Polvo, Caseinato de calcio de gelatina, Caseinato de sodio, Concentrado, Condimentación, E-620 (Ácido L-glutámico), E-621 (Glutamato de sodio), E-622 (Glutamato de potasio), E-623 (Glutamato de calcio), E-624 (Glutamato amónico), E-625 (Glutamato de magnesio), E-635 (Mezcla de diferentes ribonucleótidos), Extracto de levadura, Extracto de proteína vegetal, Fitoproteína autolizada, Fitoproteína hidrolizada (HPP), Glutamato monopotásico, Levadura autolizada, Malta de cebada, Maltodextrina, Proteína texturizada, Proteína vegetal hidrolizada, Saborizante natural, Senomyx (extracto de trigo etiquetado como saborante artificial) o Suavizante natural de carnes.  

Perdón por la interminable lista, pero me parece importante saber identificar este aditivo, ya que se utiliza en casi todas las marcas y en casi todas las líneas de productos de alimentos procesados. También en alimentos infantiles, condimentos, patatas de bolsa y snacks, hamburguesas, pizzas, comidas preparadas, salsas y salsas ligths, congelados, patés, cereales, aceitunas, aderezos de ensaladas, sopas de sobre, comida baja en grasas, kétchups, tallarines y fideos preparados, comidas preparadas precongeladas, derivados cárnicos, fiambres, repostería, galletas… Y si decidimos salir a comer fuera nos encontramos con restaurantes que lo utilizan normalmente. Sobre todo restaurantes chinos, japoneses y de comida rápida. ¡Está en todo!  

Su consumo frecuente y a largo plazo se asocia con el riesgo de padecer tensión arterial alta o con el de contraer enfermedades cardíacas o  arterosclerosis. Y algunas formas de células cancerosas tienen receptores de glutamato en ellas. Según pruebas en animales, el glutamato puede llegar a producir un apetito voraz (un 40% superior) y favorece la obesidad, ya que además suelen contenerlo alimentos ricos en grasas y calorías.  

Los estudios realizados en la Universidad Complutense de Madrid por Jesús Fernández Tresguerres, director del departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina, también aseguran que el glutamato monosódico afecta a partes de nuestro cerebro que regulan la sensación de apetito y saciedad. Y dañan la producción de la hormona del crecimiento, que es responsable de que tengamos más músculo y no un exceso de grasa. Las personas que dejen de consumir glutamato monosódico en su alimentación disminuirán su apetito y les resultará más fácil seguir una dieta y perder peso.  

Los más susceptibles son los niños (cuatro veces más vulnerables que los adultos) ya que sus barreras cerebrales sanguíneas no están completamente desarrolladas. Los ancianos también son muy vulnerables debido a que sus barreras se están deteriorando.  

Estudios mencionados en el libro de John Erb, “El lento envenenamiento de América”, relacionan el GMS con la diabetes, migrañas, dolores de cabeza, autismo, ADHD y hasta con el Alzheimer. No obstante, se añade a la comida por el efecto adictivo que tiene sobre el cuerpo humano.  

Un estudio elaborado en la Universidad Hirosaki de Japón, y dirigido por Hiroshi Ohguro, relaciona el consumo del glutamato monosódico con una posible pérdida de visión a largo plazo. También explica que puede acarrear lesiones en la retina y un aumento de casos de glaucoma.   Perjudica nuestra salud, pero se oculta la verdad al consumidor por intereses económicos. Y los grandes medios tampoco desean destapar la verdad por miedo a demandas legales de sus publicistas.  

Se habla de los beneficios del glutamato en ancianos, ya que al aumentar el hambre hace más fácil combatir la malnutrición. Una curiosidad de esta sustancia es que da nombre a un nuevo sabor: “Umami”, que en japonés significa “gusto sabroso”. Esto es consecuencia de que en unos receptores específicos de la lengua produce un gusto esencial muy particular. Los estudios defensores de este aditivo dicen que no hay riesgo para el sistema nervioso, ya que la barrera hemato-encefálica lo impide y además el 95% lo utiliza el intestino como fuente de energía. Otro argumento a favor de su consumo es que contiene menos sodio que la sal.  

Por todo esto, es importante que miremos bien las etiquetas, evitemos comprar los productos que lo contienen y preparemos nuestros alimentos con artículos no elaborados, tal y como hacían nuestras madres y abuelas. Hay personas que ante este tipo de información suelen reaccionar con frases como “¡Entonces no vamos a poder comer nada!” o “¡Yo prefiero no enterarme!”. En mi opinión es mucho más interesante conocer qué es lo que comemos. Nuestra salud depende de ello. Nuestro cuerpo es nuestro templo, ¿no estáis de acuerdo?  

Invirtamos en nuestro futuro y salud… Empresas y gobiernos del mundo, ¡por favor, sean responsables! Basta ya de multiplicar monedas por encima de todo. No queremos ser máquinas tragaperras, sino personas bien alimentadas que puedan confiar en sus representantes y compañías alimentarias. Queremos comer y beber bien. ¡Solo cosas buenas! Queremos salud y bienestar. Y queremos abrir los ojos a aquello que nos hace mal sin saberlo. No más glutamato en nuestros alimentos ni aditivos artificiales que nos provocan alergias e intolerancias ya desde niños. Os advertimos: Vamos a leer y a aprender. Vamos a compartir información y vamos a hacernos un poquito más conscientes y responsables de lo que nos rodea. Vamos a alimentarnos mejor y vamos a seleccionar lo que entra diariamente en nuestro cuerpo. Si ustedes no quieren cambiar, yo sí. ¡No quiero sus productos dañinos aunque sean más sabrosos! Bórrenme de su lista de clientes. Yo ya cerré mi monedero a su comida basura. Ya no me siento inexplicablemente mal después de haber consumido sus “delicias” en bolsa. ¡Qué a gusto me he quedado! Por cierto, voy a prepararme la comida… Hoy toca pisto manchego, of course…