miercoles, 24 de abril

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Barricada Cultural

 

Día de magostos

por María Delgado

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Hoy es once de Noviembre, festividad de San Martín, y me presento hablándoos de una tradición muy enraizada en mi tierra, Galicia, que celebramos especialmente en el día de hoy. Me estoy refiriendo a los magostos.

En puridad, por magosto entendemos asar castañas en las brasas; pero un magosto es mucho más: es una fiesta social —profundamente arraigada en las zonas norte y oeste de la península—, donde nos juntamos para asar castañas, chorizos, o cualquier manjar de temporada que se preste, en una hoguera; beber vino; e incluso a veces bailar al ritmo de algún grupo o charanga. Es también una festividad de las cosechas, para exaltar las castañas, el vino nuevo, los productos del cerdo, provenientes de las matanzas que se realizan en esta época; y por supuesto, un buen fuego, que nos caliente en estas fechas ya tan avanzadas del año, y con pocas horas de claridad. Con esta celebración se inicia la mitad oscura y fría del año. Y como todo lo que se conmemora en el mes de Noviembre, es una fiesta muy relacionada con el culto a los muertos; aunque en este caso, lo que se celebra es la vida, después de haber honrado a los que ya no están con nosotros en el día de Fieles Difuntos. Hasta no hace mucho, cuando los vivos se iban a acostar, se dejaba encendido el fuego, y los restos de las viandas alrededor, para que los difuntos acudiesen también a disfrutar el convite.

Los magostos se pueden celebrar de un modo multitudinario en las plazas de los pueblos, o en el monte; y también más en la intimidad, con los familiares y amigos en las cocinas o bodegas de las casas; y suelen comenzar al anochecer. Sobre las brasas colocamos la tixola, que puede ser una vieja sartén o una superficie metálica, agujereada por toda su base, donde se ponen las castañas, a las que se ha hecho una incisión para que no salten o exploten (siempre explota alguna, lo que asusta y divierte a partes iguales). El ambiente es de alegría, y si optamos por el magosto casero, también de recogimiento, y propicio a las confidencias y a las historias de brujas y aparecidos que tanto nos gustan. Se cuenta, por ejemplo, por los más ancianos, que cada castaña que se come ese día es un alma que se salva. El tiznar la cara a los demás a traición está permitido, y seguramente sea un vestigio de antiguas pinturas de guerra de los ancestros celtas.

Los celtas no tenían templos al uso. Sus templos eran lugares al aire libre, en plena naturaleza, donde celebraban fiestas y rituales, como los primigenios magostos, que coincidían justamente con el comienzo de su año nuevo. Al terminar las castañas, los asistentes se tiznaban el rostro unos a otros, y bailaban y saltaban sobre las hogueras para exorcizar la mala fortuna.

Los castaños son parte importante nuestra cultura, y su fruto fue omnipresente en las cocinas por muchos años. Las nutritivas castañas, consideradas antaño una comida de pobres, hoy se han convertido en un manjar apreciado por todos. Todavía podemos ver, especialmente en la Galicia interior, maravillosos ejemplares de castaños, con cientos de años de vida. Poder contemplarlos y disfrutar de su sombra es una verdadera experiencia sensorial.

Tras unas pinceladas acerca de esta festividad ancestral, sólo me queda recomendaros encarecidamente la asistencia a un magosto genuino —por ejemplo, el que se celebra en la ciudad de Ourense todos los once de Noviembre, que ha sido declarado Fiesta de Interés Turístico—, si tenéis ocasión de ello; y también pediros que me contéis, si os place, qué tradiciones similares festejáis en esta época del año.

Un placer poder comunicarme con vosotros aquí, en Ciudad Real Digital.

¡Nos leemos!

 

Foto: lavozdegalicia.es