viernes, 26 de abril

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Barricada Cultural

 

La miliciana de mono azul

por Ignacio Gracia

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Hay veces en las que un gesto, una mirada, algo concreto es capaz de desencadenar una tormenta, arrancarte las lágrimas, cambiarte la vida. O mandarte a la muerte por tu propia voluntad. Para ello existen los símbolos, carteles de propaganda, canciones, poemas o himnos, banderas, gestas verdaderas o inventadas, fotografías o reliquias que se mitifican quizás hasta la mentira, pero el caso es que funcionan. Hoy hablo de uno de ellos.

Les remito al principio de la guerra civil, 1936. Las tropas franquistas avanzan. Talavera de la Reina ha caído el 3 de septiembre en manos de las tropas africanas de Yagüe, Irún cae el día siguiente por otro frente liderado por el general Mola. El cerco se empieza a estrechar. Estos hechos provocan una crisis de gobierno en la república que asume la tarea de recuperar Talavera e intentar frenar el hasta entonces imparable avance del ejército de África hacia Madrid. La idea es atacar por el valle del Tiétar, leal al gobierno, hacia la sierra de San Vicente. El Puerto del Boquerón al sur, es el único paso natural hacia dicho valle. El general Franco intenta controlar la posición desde el sur para asegurar el enlace con las fuerzas del general Mola.

Los dos ejércitos se reagrupan en torno a ese frente. El 5 de septiembre el comandante Dueso llega al Puerto del Boquerón con los primeros efectivos republicanos. Una vez allí, sus fuerzas toman posiciones en torno a una casa de peones camineros y van recibiendo refuerzos hasta completar 1500 combatientes. Entre esta fuerza miliciana compuesta por los comunistas del Batallón Octubre, jóvenes de las Juventudes Socialistas y anarquistas de los tranvías de Madrid y ferroviarios, iba una única mujer. Era una joven rubia, de unos de veinte años, vestida con un mono azul, cartucheras y alpargatas. Muchos decían que no llevaba nada debajo de aquel mono. La muchacha era guapísima, de esbelta figura y carácter resuelto. Estaba al mando de una de las cuadrillas. Sonreía constantemente, pero no se dejaba arredrar en ningún momento.

La avanzadilla del 1º Tabor de Tetuán detecta a la fuerza republicana y toman posiciones ventajosas durante la noche, rodeando al enemigo en forma de herradura. La única salida la constituye la cuesta del Boquerón. Hacia las seis de la madrugada del día 8 la aviación franquista comenzó un intenso bombardeo sobre el Puerto. Acto seguido los moros comenzaron un ataque desde posiciones elevadas apoyados por blindados.

Los milicianos no presentaron una tenaz resistencia, bajando en su retirada por la cuesta del Boquerón, su única vía de escape. El dominio de la posición más elevada, unido al encajonamiento de los republicanos ocasionó una gran matanza. Los moros descendían de las alturas dando aullidos y disparando sobre los milicianos.

Pero no todos los milicianos huyeron. Algunos resistieron heroicamente en las posiciones en torno a la casa de camineros. Entre ellos estaba la muchacha rubia, que insultaba a los compañeros que huían. La chica manejaba una ametralladora pesada, manteniendo a raya a los moros incluso cuando murieron el resto de sus compañeros. La miliciana del mono azul causó muchas bajas a sus enemigos. Su tenaz resistencia hizo que los oficiales intentaran capturarla viva, pero tuvieron que arrojar una bomba de mano para abatirla. Fue la última que murió defendiendo el puesto. Encontraron su cadáver aferrando todavía el arma.

Aquella fue una escaramuza más de la guerra con un enorme número de bajas en apenas dos horas. Pero convirtió en leyenda a la única mujer miliciana, la última que murió defendiendo su derecho a luchar de igual modo que los hombres.

Murió como uno más, nadie recuerda su nombre. Pero todavía hoy, muchos ancianos de los pueblos circundantes tienen el recuerdo de una joven miliciana rubia que se vestía únicamente con un mono azul. Todos ellos, de uno y otro bando, atesoran el recuerdo emocionado de una imagen clara que todavía les remueve por dentro, les hace brillar los ojos como cuando eran jóvenes. Les arrebata las mejillas y les acelera el pulso evocando emociones todavía frescas. Algunos sienten nostalgia. Otros una extraña sensación entre vergüenza y desasosegado alivio de que aquella mujer no les hubiera mirado a los ojos y ya ni hubiera hecho falta que les invitara a combatir junto a ella. Porque hay muchas personas sensatas, grises, calmadas, que dedicamos toda la vida a la búsqueda de una razón para morir.

 

Foto: elperiodico.com