jueves, 25 de abril

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Barricada Cultural

 

Avatares de un escarabajo pelotero

por PL Salvador

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La máquina que hace ping es una editorial de nueva generación. Arriesgar, salirse del mapa, contar lo incontable, transgredir, redefinir, ignorar las modas, huir de ciertas leyes, proporcionar escobas a las brujas, rascar donde pica, curar, desbrozar. Todo eso van a hacer, todo eso están haciendo, y de algo de eso vamos a hablar.

Sergio Gaut vel Hartman ha sido el ganador de Buscando grano entre tanta paja (mental) 2017, primer concurso organizado por la editorial. Y se ha llevado el premio con una obra titulada ʽAvatares de un escarabajo peloteroʼ. Si sumamos estos tres nombres (editorial, certamen, obra), la conclusión es obvia: estamos ante algo diferente.

«Una mujer sin piernas entra al bar en el que se desarrollará gran parte de la trama de esta narración. Se propone pedir limosna a los parroquianos y para ello viaja entre las mesas montada sobre un carrito de madera que arrastra una cuadrilla de enormes escarabajos peloteros. Estamos en Praga, o tal vez en Londres, no lo sé, podría ser Buenos Aires, Castellón o Setagaya, cerca de Tokio, y no cambiaría gran cosa.»

Así arrancan estos ʽAvataresʼ. Pero ahondemos más sin desvelar casi nada. Los protagonistas, que aparecen en la cubierta, son Gregor Samsa, Franz Kafka, Groucho y Karl Marx (que como todo el mundo sabe eran hermanos aunque de distintos padres) y un calvo con los dientes carcomidos que se llama Redrick.

Decía Ramón Gómez de la Serna que «Todas nuestras credulidades, nuestras deducciones y nuestras altiveces son disparates», y esta obra reflexiona ―entre otras cosas― sobre esas altivas certidumbres nuestras de cada día que el tiempo suele poner en su lugar cuando ya no estamos aquí para verlo.

El formato del libro también es diferente. Se trata de una novela de bolsillo (con solapas) que sí cabe en el bolsillo. La maquetación del libro también es diferente, pues hay espacio entre los párrafos, cosa que se agradece, ya que así la lectura resulta más confortable, no bizqueas abrumado por una página que no te da respiro y tampoco te pierdes cuando cierras los ojos un segundo (o dos).

¿El estilo? Ágil, directo. ¿El tono? Humorístico, ocitsíromuh. ¿El mensaje? Dentro de una bola de estiércol. Los escarabajos peloteros es lo que tienen, su vida gira en torno a la bola que en ese momento elaboran y todo lo demás es accesorio. No obstante, este libro no gira en torno a un escarabajo pelotero.

Ahora, hojeándolo, me encuentro con frases sueltas que bien podría mezclar (a modo de apoteosis [final]) en un esperpéntico diálogo (final). ¡Hagámoslo!

¿Usted es macho o hembra?, dijo Gregor.

Soy el cantinero y el terapeuta oficial. ¿Se lo tengo que repetir? ¿Las cosas se le caen del cerebro?

Usted es una persona muy desagradable, ¿lo sabe? Lo he eliminado de la trama y a partir de ahora desaparecerá como si nunca hubiera existido.

¿Usted es el que escribe esta novela?

Sí.

¿Puedo proponerle una línea de trabajo?

¿Qué dice? Tenga presente que puedo acceder a todos y cada uno de sus pensamientos.

No me gusta mucho esto de ser un personaje sin voz ni voto.

Adelante, le escucho.

Va a tener que sentarse en el suelo.

Lo intentaré, dijo Gregor.

Como ya he dicho, este diálogo no sale en la novela. Pero las frases sí están. Solo que en otro contexto. ¿Que por qué he compuesto semejante extravagancia? No lo sé. Tal vez por el gusto de arriesgar. O porque soy un brujo que de repente tiene escoba. O para salirme del mapa contando lo incontable, transgrediendo, redefiniendo, huyendo de todas las leyes. O quizá, quién sabe, por el mero hecho de rascar donde pica (y también donde no pica).