jueves, 18 de abril

Ciudad Real

Visita nuestra página en Facebook Síguenos en Twitter Síguenos en Instagram Síguenos en YouTube
Buscar
Logotipo de Ciudad Real Digital

Barricada Cultural

 

Del río se alza el súbito lamento de una cítara

por Isabel Cárdenas

Imprimir noticia

Del río se alza el súbito lamento de una cítara. La melancolía que rebosa se pierde en la noche. Solo Su Dongpo escucha la melodía y desea encontrar a la dueña. Pero sabe que la voz pertenece a las hadas, a los espíritus inmortales que frecuentan las montañas de oscuro verdemar.

El poeta y filósofo Su Dongpo había nacido al pie del monte E Mei, en la actual Sichuan, y fue cuidadosamente instruido en el budismo por su madre. Toda su vida quiso olvidar el cinismo y las intrigas de los poderosos, perseguir las imágenes fugaces y fundirse con la naturaleza. Admiraba a los hombres del Tao, capaces de no sentir la soledad del monte y de refugiarse en sencillas cabañas de bambú.

Su Dongpo abandona las fiestas familiares y camina hasta los templos para visitar a los amigos y escribir poemas: un poema contesta a otro. Ha nevado y el poeta sube a la montaña con su calzado de madera. Pide unas mantas y pasa la noche en una cama de monje. Solo pretende oír el goteo del deshielo que el alero roto vierte sobre el bambú. Baja al río y escucha el lastimero canto de un viajero. Da las gracias al candil porque sabe que, en la barca solitaria, pueden necesitar el uno del otro.

En primavera, las grullas blancas vuelven para visitar a hijos y nietos. Su Dongpo teme que, en la honda noche, se adormezcan las flores del manzano y enciende una vela para alumbrar su rubor. En verano, la algarabía de cigarras sobre la hierba marchita y la lluvia que irrumpe en la oscuridad, le proporcionan un día lleno de frescura en medio de esta vida llena de incertidumbre.

Finalmente, espera la profundidad del otoño junto al Gehong. Solo aspira a citarse con los amigos que han partido antes que él: encontrar con ellos un fanal entre la bruma, subir a las montañas verdeazuladas y escuchar los cantos que emanan de los ríos en la noche. Por toda la eternidad.