jueves, 28 de marzo

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Barricada Cultural

 

Cuatro películas... Muy clásicas (I)

por Alicia Noci Pérez

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Arrastrados una vez más por el devenir de la actualidad, damos inicio a otra serie de películas que va a llevarnos a cuatro obras de teatro clásico adaptadas a la gran pantalla.

Teatro clásico y actualidad, cercano el mes de julio, no pueden responder a otro acontecimiento que el Festival de Teatro Clásico de Almagro.

Claro, adaptaciones al cine hay muchas. Casi que con elegir una tragedia de Shakespeare conseguiríamos cuatro títulos fácilmente. Así que opté por poner algún filtro. Pensé: Almagro – Shakespeare y Lope. La lista se multiplicó de golpe, así que volví a pensar: verano – alegría... ¡comedias!. Y éste es el resultado: dos obras de nuestro prolífico autor y otras dos del bardo de Stratford-upon-Avon.

Por aquello de hacer patria, empezaremos por “El perro del hortelano”, la estupenda versión que dirigió en 1996 Pilar Miró, y que recibió hasta siete premios Goya, tales como Mejor película, Mejor actriz para Emma Suárez, Mejor guión adaptado, Mejor fotografía, Mejor diseño de vestuario, entre otros, además de la nominación de Carmelo Gómez como Mejor actor.

Probablemente, por estadística personal, debe ser la obra de don Félix que más veces he visto representada, lo cual significa que sí, que me gusta, pero también que las compañías la eligen cíclicamente, supongo que porque tiene éxito. Y supongo igualmente que es el motivo que llevó a la directora a utilizarla en su afán por demostrar que los clásicos podían triunfar en las salas de cine y, de hecho, llegó a recaudar 3.221.954,46 €, según el Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales.

La comedia fue escrita entre 1613 y 1618, dentro de las llamadas comedias palaciegas. El argumento nos cuenta que Diana, la condesa de Belflor, enterada de los amores de su secretario, Teodoro, con una de sus damas, Marcela, siente despertar los celos, ante su sorpresa, pues no había mostrado antes deseo alguno de casarse y mucho menos aún con un hombre de clase social inferior, lo cual iría en contra de su idea del honor. Esto la desconcertará y la llevará a comportarse como una veleta emocional que se identifica con el sentido del refrán del perro del hortelano, ni come ni deja comer, volviendo locos a todos los que la rodean.

Diana no lleva ese nombre por casualidad. Habitualmente, Lope, como otros muchos autores, utilizaba numerosas citas mitológicas o de la Historia Antigua a fin de revelar pensamientos, de servir de ejemplo, de embellecer la obra o, incluso, de aumentar su prestigio. Diana era la diosa virgen de la caza, de la luna, guardiana de los bosques, donde vivía rodeada de ninfas. Así que la condesa no se ha casado ni desea hacerlo, pero la parte “lunática” la convierte en mudable y variable.

En cualquier caso, hay numerosísimas referencias a la mitología a lo largo del texto en las que merece la pena fijarse.

A mí, que soy aficionada a ver las representaciones teatrales en los escenarios, más aún en Almagro, en el Corral o en aquella maravilla que era el claustro de los dominicos y que, lamentablemente, ya no podemos disfrutar en este evento, a mí me gustó mucho esta adaptación cinematográfica.

Y es que presenta un claro estilo teatral: el texto, estupendamente declamado, respeta el original; transcurre en pequeños escenarios, casi todos de interior y elegidos con un gran gusto en localizaciones de Lisboa y Setúbal, aunque la acción se sitúe en Nápoles. Concretamente, el Palacio Nacional de Sintra y sus maravillosos azulejos, el Palacio Nacional de Queluz, sobre todo por sus jardines, el Palacio Marqués de Fronteira y la iglesia de Setúbal. Y el precioso vestuario diseñado por Pedro Moreno, basado fundamentalmente en el color, tonos lisos e intensos que varían según el estado de ánimo de la condesa, cumpliendo así la función del vestido escénico, que cuenta por sí mismo una historia.

Se convirtió, por todo ello, en uno de los referentes del cine español y creo que también de los amantes del teatro clásico. Permitió que los segundos viéramos en el cine un medio de poder hacer más grandes las representaciones y, al mismo tiempo, que aquellos espectadores que miraban con recelo a estas obras por su lenguaje y por su antigüedad, se animaran a asistir a una bella interpretación y perder ese miedo.

Por cierto, este año, una vez más, se presenta esta obra en el Festival por la Compañía Nacional de Teatro Clásico, por si les interesa comparar.