viernes, 29 de marzo

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Barricada Cultural

 

Tocanarices (en ciernes)

por PL Salvador

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«Pero ¿qué define una mala o buena novela?», preguntaba A el otro día. Y B le respondía: «Como comprenderás, A, se necesitaría al menos un libro para explicar eso y no me parece que pueda hacerlo aquí».

Esta escena, que tuvo lugar en Facebook, se repite constantemente. Hay personas que piensan que: la calidad es relativa. Es una creencia débil, relativa, pues cuando comparas, por ejemplo, a Enrique Vila-Matas con Marcial Lafuente Estefanía, enseguida te dicen que, claro, que este caso sí es un caso claro.

(Incluso [o sobre todo] cuando no han leído a ninguno de los dos.)

Por lo visto, hay otros casos que no están tan claros. Sin embargo, se supone que una obra literaria debe contener originalidad, ingenio y maestría. No, no vale con que sea distraída o enganche. No. ¡No!

La verdad es que habría que distinguir a la obra artística del producto entretenedor. Cosa de la RAE, por supuesto. Ayudémosle. Película para la artística; peliculet para el entretenimiento. Novela y novelet. Pintura y pinturet. Música y musiquet. Etcétera.

El otro día vi ʽMonster´s Ballʼ. Qué película… Ahora pienso en ʽLos amantes pasajerosʼ: peliculet. Si llegados a este punto, alguien duda, debe ver inmediatamente los dos trabajos dos veces (en el siguiente orden): Monster´s-Amantes-Amantes-Monster´s. Si después de la sesión cuádruple aún sigue dudando, tendrá que repetir el experimento hasta el punto de inflexión.

No, el gusto no tiene nada que ver con la calidad. Pero sí hay gustos para todas las calidades. Por eso es tan importante el etiquetado. Importante-Imposible. Porque nadie querría estar en el apartado B. El productor de, por ejemplo, ʽOcho apellidos catalanesʼ diría que su producción es una película. Y a ver quién es el guapo que le demuestra lo contrario.

Conclusión:

En efecto, hoy no hay conclusión. O mejor dicho: yo no la voy a sacar. Que cada cual saque la suya. Que para eso he escrito este artículo. Para eso y para tocarle las narices a Pedro Almodovar, a Emilio Martínez-Lázaro y a los incondicionales de Marcial Lafuente Estefanía.

Sobre todo a los últimos (espero que este texto le llegue a alguno), pues Pedro y Emilio no me leen. Creo.

Sí, soy un tocanarices (en ciernes).